Un plato de Emilio Gavilanes para combatir la desmemoria

Información

  • Dificultad: Escasa.
  • Comensales: Al alcance de cualquier paladar.
  • Tiempo de lectura: 3 minutos. Quizá la digestión lleve algo más de tiempo.

Ingredientes

  • El miedo que viaja en las maletas de todas las edades, el sufrimiento y sus remedios, el deseo de persistir, común a todas las formas de materia.
  • Muy pocos personajes, pero detrás de los que puede estar toda la humanidad. Se les debe dejar hablar por sí solos, sin apenas intervención de un narrador.

Pasos

  • Se toma el huevo de la mente de un niño y se le deja crecer. El tiempo es un gran mago y es capaz de hacer los trucos más increíbles (como transformar una pepita en un alto cerezo, dos organismos tan poco parecidos).
  • Hay que estar atentos porque hacia la mitad de ese viaje se debe apartar el huevo y separar la clara de la yema. La yema debe seguir su viaje hasta ser adulta, pero la clara debe dejarse a la espera, sin que avance ni retroceda.
  • Por último, tras un tiempo difícil de determinar, las acercamos como para juntarlas de nuevo.

El chef

Emilio Gavilanes es escritor y trabaja como lexicógrafo en la Real Academia Española. Es autor de los libros de relatos La tabla del dos (Premio NH 2004 al mejor libro de relatos inédito) y El río (2005; finalista ese año del Premio Setenil), y de las novelas La primera aventura (1991), El bosque perdido (2001), Una gota de ámbar (2007) y Breve enciclopedia de la infancia (premio Tiflos de novela 2014). Cultiva la escritura de haikus, como ha dejado constancia en Salta del agua un pez (2011) y en El gran silencio (2014), y ha preparado además la edición de la obra de Camilo Bargiela Luciérnagas  (2009).

En 2011 publicó en Menoscuarto el libro de relatos El reino de la nada y, cuatro años después, Historia secreta del mundo, en la editorial madrileña La Discreta. Este libro ha merecido el último premio Premio Setenil concedido hasta la fecha. Es autor también de Autorretrato (Punto de Vista, 2016), una colección de 48 piezas narrativas de diversa extensión.

Redacción de la receta: Emilio Gavilanes

Vivir no es importante

1

–¿Sí?

–Hola, hija.

–Hola, abuelo. No soy tu hija. Soy tu nieta Rosa.

–Ya.

–¿Pasa algo?

–No sé. No me acuerdo.

–Tranquilo, abuelo. Haz memoria. ¿Por qué has llamado?

–…

–¿Me oyes?

–No, si del oído estoy bien.

–¿Está la abuela?

–La abuela se ha muerto. Eso era. Ya se la han llevado.

–Qué cosas tienes. Dile que se ponga.

–Para eso llamaba. Me dijeron que llamara a la familia.

–¿Quién te lo dijo?

–La funeraria. Los que se la llevaron.

–A ver, abuelo: ¿has estado durmiendo?

–Hoy no he pegado ojo en todo el día.

–Cuéntame todo lo que has hecho.

–Pues… Por la mañana… Qué coños, no me acuerdo. Ya sabes qué mierda de memoria tengo. Y por la tarde…

–¿Has salido?

–Creo que no. A ver… No sé. Solo recuerdo que tu abuela se puso mala y llamé a la ambulancia.

–¿Dónde llamaste?

–A un número que me habéis apuntado junto al teléfono.

–Vinieron y qué dijeron.

–Que estaba muerta. Ellos mismos llamaron a la funeraria.

–Y la funeraria vino y se la ha llevado.

–Eso.

–No me lo puedo creer.

–Me dijeron que os llamara. Pero se me ha olvidado, hija, lo siento.

–¿Cuándo ha sido eso?

–No sé. Hará una hora. O más. Se me había olvidado.

–Por Dios, abuelo, ¿cómo se te puede olvidar decirnos que la abuela ha muerto?

–Sí, yo tampoco lo entiendo. ¿Qué habrá pasado?

–¿Estás solo?

–Creo que sí.

–Mira a ver, anda. A lo mejor está contigo algún vecino. Alguien se habrá enterado.

–No, no hay nadie. Estoy yo solo.

–No te muevas de casa. Quédate ahí, que ahora mismo voy. ¿Tienes el móvil a mano?

–¿El móvil? Espera, no me lo digas… El móvil… ¿Qué era el móvil?

–El otro teléfono.

–¿Tengo otro teléfono?

–Es igual. Quédate junto al teléfono por si acaso. Estoy ahí enseguida.

 

 

2

– Hola, abuelo. ¿Con quién estáis en guerra? Tenéis toda la calle llena de trincheras.

–¿Quién te ha abierto?

–Tengo llave, ¿no te acuerdas?

–De qué.

–No importa. Quieto, yo me siento aquí. Papá y mamá ya vienen para aquí.

–¿Quién?

–Mi padre y mi madre. Tu hijo. De ese sí te acuerdas, ¿no?

–¿De Julio? Claro. ¿Cómo se llamaba el otro?

–No hay otro, abuelo. ¿Estás tranquilo? ¿Necesitas algo?

–Necesito otra oportunidad. Vivir no es importante. Lo importante es volver a vivir.

–Vale, luego hablamos de eso. Ahora me vas a contar todo lo que ha pasado.

–¿Cuándo?

–Esta tarde.

–Esta tarde…

Se abre una puerta y aparece una anciana:

–¿Con quién hablas? Qué alegría, si ha venido mi nieta preferida, ahora que no me oye tu hermano.

La nieta se queda mirando al abuelo con ojos como platos.

–¡Abuelo!

El abuelo mira a la anciana y luego pregunta a la nieta:

–¿Quién es esa señora?


Si te gustó este plato, prueba con estas Cuatro fábulas de Emilio Gavilanes

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