“Soy una persona que mira, no como Hem –se refiere al autor de El viejo y el mar, que se hace cazador, torero o corresponsal de guerra para levantar desde adentro de esos personajes y sus historias. Mi mirada, entonces es una mirada externa, es una observación a cierta distancia, porque un modo de mirar, reitera, generará un modo de decir y de escribir”. H.U.
La escritura de Hebe Uhart
Todos los escritores tienen sus mandamientos. Bolaño dispara contra Cela y dice que no hay que leerlo. Poe se daba unas borracheras de padre y señor mío y después escribía en trance. Hemingway, el de las frases cortas, breves y concisas, escribía siempre de pie. Neruda usaba una estilográfica con tinta verde. Cervantes tenía como norte, entre muchos, el de hacer aparecer loco al Quijote y más cuerdo a Sancho, cuando debía ser al revés. García Márquez se ponía a meterle candela a sus historias y llenarlas de un torrente de imágenes oníricas, con el pucho (cigarrillo) en la boca y bajo el sol caribeño. Vargas Llosa recurre a putas y tías cachondas para que su relato siempre esté caliente. Azorín acostumbraba salir a caminar y mirar los pueblos y sus gentes con bondad y cariño. Y así, suma y sigue.