3 microrrelatos sobre fogones
“Entre pucheros también anda el Señor”, dijo santa Teresa de Jesús. “¡Y la literatura!”, añadimos nosotros. Y, para confirmarlo, os ofrecemos tres microrrelatos sobre fogones que a buen seguro abrirán … Leer más
Blog sobre cocina y literatura
“Entre pucheros también anda el Señor”, dijo santa Teresa de Jesús. “¡Y la literatura!”, añadimos nosotros. Y, para confirmarlo, os ofrecemos tres microrrelatos sobre fogones que a buen seguro abrirán … Leer más
Hubo una vez en un país de Arabia un emir sumamente rico y muy caprichoso en el arte del comer. Los mejores cocineros de la región trabajaban para él, forzando cada día su imaginación para satisfacer sus exigencias. Harto ya de tiernos faisanes y pescados caros, un día llamó a su cocinero jefe y le dijo:
–Ahmed, voy a pedirte que me busques algún manjar que no haya probado nunca, porque mi apetito va decayendo. Si quieres seguir a mi servicio, tendrás que ingeniarte cómo hacerlo.
Seguimos con nuestros cuentos gastronómicos, y hoy os servimos en bandeja uno cocinado por el escritor y estudioso mexicano Alfonso Reyes (1889-1959), una de las cumbres literarias de su país en el siglo XX.
Reyes, autor muy prolífico, escribió teatro, poesía, ensayos, novelas, textos híbridos y relatos cortos. El que hoy os ofrecemos encaja perfectamente con la temática de RECETAS LITERARIAS, pues nos ofrece la estampa de un cocinero de palabras.
–¿Dos pavos trufados, Garrigú?
–Sí, mi reverendo, dos magníficos pavos
rellenos de trufas, y puedo decirlo porque yo mismo ayudé a rellenarlos.
Parecía que el pellejo iba a reventar al asarse, tan estirado estaba…
–¡Jesús María, y a mí que me gustan
tanto las trufas! Dame pronto la sobrepelliz, Garrigú. Y ¿qué más has visto en
la cocina, fuera de los pavos?
Guy de Maupassant (1850-1893), el Chejov francés (valga la comparación), es uno de los grandes cuentistas del siglo XIX. Escribió más de trescientos cuentos, muchos de ellos emblemáticos (recomendamos el … Leer más
Terminada la consulta, pude entrar en el despacho, donde mi buen amigo el doctor se ponía el abrigo y el sombrero, para nuestro habitual paseo; pero el criado entreabrió la puerta.
—¿Más enfermos? ¡Estoy harto! Que vuelvan mañana.
No había otra cosa en el mundo que lo excitara más. A la hora de comer, Pichi Arda abría un pequeño paréntesis en su insípida, monocromática y ausente vida de oficinista en una multinacional en declive y pegaba sus dioptrías por las diferentes pizarras que anunciaban el menú diario a lo largo de la avenida
Martina criaba los chiquillos, los atendía, los zagaleaba; Martina daba de comer al ganado; Martina remendaba y zurcía la ropa; Martina hacía el caldo, lavaba en el río, cortaba el tojo, hilaba el cerro, era una esclava, una negra de Angola…, y con todo eso, ni un solo día del año le faltaba en aquella casa a San Benito de Palermo su vela encendida.
«El cocinero Chichibio» es una historia corta muy divertida del escritor Giovanni Bocaccio (1313-1374), uno de los padres de la literatura italiana. La narración, no exenta de picaresca, recrea un … Leer más
Había una vez un matrimonio en el que el marido era pastor de un rebaño de cabras. El pobre hombre se dirigía todos los lunes a la montaña y no regresaba a casa hasta el sábado. Estaba delgado, delgado como un junco. Y su mujer estaba gorda, gorda como una vaca. Cuando el marido estaba presente, la mujer no comía casi nada; se quejaba de dolores de estómago y decía que no tenía realmente apetito.